Marguerite no había recibido una educación formal pero pronto supo
aprovechar la oportunidad de tener en su propia familia a un pintor de
la talla de su cuñado. Fragonard se convirtió en su profesor con el que
empezó a colaborar en su taller con tan sólo 14 años. Cuando el recargado estilo rococó estaba empezando a dar sus últimos
coletazos, Marguerite, convertida en pintora profesional y exhibiendo
sus obras en los principales salones de París, se decantó por un estilo
sencillo, no recargado. Sus lienzos plasmaron la vida de la burguesía y
la aristocracia parisina llegando incluso a pintar para el mismísimo
Napoleón Bonaparte.
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